Cuando llega a tu vida un hijo, la vida te cambia por completo, pero cambia aun más cuando ese hijo es un "niño especial".
Si bien bien es cierto nadie te prepara para ello, no es como si cuando naces te entregan un manual de vida en dónde te dicen que cosas van a ladra en tu vida y compartir afrontarlas. Entonces, en ese momento te ves a ti mismo pensando en cómo seguir adelante. Y al final lo logras, no sabes cómo, pero lo logras.
Pero a medida que crecen los niños, vienen más actividades, con un niño "normal" serían fiestitas, llevarlo al parque a jugar, a la piscina en días soleados, etc. Sin embargo con un niño "especial" esas actividades son citas médicas, en las que tienes que repetir una y otra vez la famosa pregunta "qué pasó?", También están las terapias, los análisis, los exámenes de "rutina", y el montón de papeleo que tienes que hacer. Eso se torna en tu diario vivir.
De a poco de alejas de esas cosas que antes eran normales, y ahora comienzan a ser más difíciles hacerlas. Llegas a un punto en que cuando llegas a tu casa solo quieres tirarte a la cama a dormir, porque a pesar de lo que los otros creen, tener una vida así es agitadora.
Comienzan las invitaciones de las amigas para salir en la noche, "aunque sea para tomar un café", aceptas, pero en el fondo sabes que mañana las vas a pagar caro porque vas a estar más cansada de lo normal. Además, dentro, muy dentro de ti, quieres evitar esas preguntas incómodas. Y aunque sabes que no son intencionales, cuando las hacen tienes ganas de llorar. Esas preguntas son "cómo está tu nena?, Ya camina? Cómo le va en las terapias? Qué dicen los doctores? Si va a poder caminar?" Y luego viene el "es que ella es un milagro". Y no digo que está mal, no está mal preguntar, pero por alguna razón siempre hiere un poco.
Pero debo decir que por más alejada que esté, siempre tengo ahí a mis amigas, mis amigas que jamás me han abandonado, esas que se que me aman aunque me vean una vez al año. A ustedes quiero decirles que no las cambiaría por nada del mundo. (A.R. J.J. M.L. A.F. V.C).
Y luego está esa otra amiga, esa amiga que comparte tu misma lucha, a esa que le pides consejos cuando sientes ganas de morir, cuando crees que ya no vas a poder seguir luchando. Esa amiga que comprende perfectamente los "struggles" de salir con amigas normales, y no tener nada más que contar que la vida que tienes con tus hijos. Esa amiga que quisieras que fuera tu vecina, para que esos días largos de estar en el hospital no sean tan solitarios. (gracias Nat, por cruzarte en mi camino, y L.S. por también siempre estar ahí para escucharme y darme esos consejos).
Luego está tu esposo, ese que no entiende por qué no sales, pero que aún así te ama con todo su corazón, y que escucha todos esos chismes de hospital, ese que te dice que eres la mejor del mundo, y que te abraza cuando se lo pides, ese tipo de persona que con ese abrazo que te da junta todas tus partes rotas y te hace una sola otra vez. Gracias esposo. No podría hacerlo sin ti.
Este camino no ha Sido sencillo, y sé que quizás las curvas tan solo se vuelvan más y más sinuosas. Pero mientras esté alrededor la familia y esos amigos que son parte de la familia tambien, sé que estaré bien.
Gracias infinitas.
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